En un mundo fracturado, el presidente del Gobierno ha demostrado que liderar con principios no solo es posible, sino necesario.
Fuente: huffingtonpost.es
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La decisión del Gobierno español de aprobar, el pasado martes, un Real Decreto-ley (RDL) que formaliza el embargo total de armas a Israel y prohíbe la importación de productos de asentamientos ilegales en territorios palestinos ocupados marca un hito en la política exterior de España. Este paso, parte de un paquete de nueve medidas anunciadas por el presidente Pedro Sánchez, no solo refleja un compromiso moral con los derechos humanos, sino que posiciona a nuestro país como un faro de esperanza en un mundo que, con demasiada frecuencia, opta por la indiferencia ante la tragedia en Gaza. Mientras el presidente del Gobierno español intervenía esta semana en la ONU, su liderazgo en el reconocimiento del Estado palestino y su incansable búsqueda de una solución de dos Estados han resonado como un grito de justicia en un escenario global donde la tibieza suele ser la norma.
El RDL, titulado «por el que se adoptan medidas urgentes contra el genocidio en Gaza y de apoyo a la población palestina», es más que una formalidad jurídica: es una declaración de principios. Desde octubre de 2023, España había suspendido de facto las exportaciones de armamento a Israel, en respuesta a una ofensiva militar que ha segado más de 60.000 vidas civiles palestinas, según datos de la ONU. Pero la complejidad de alinear esta prohibición con la normativa europea retrasó su consolidación hasta ahora. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, explicó que el decreto no solo abarca material bélico, sino también tecnologías de doble uso y combustibles como el queroseno militar, cerrando así cualquier resquicio que permitiera eludir el embargo. Más aún, la prohibición de importar bienes de asentamientos ilegales en Cisjordania y Gaza –considerados una violación del derecho internacional– busca proteger la viabilidad de un futuro Estado palestino, asfixiado por la ocupación.
Es muy importante para calmar inquietudes el ejercicio de transparencia prometida con informes trimestrales al Congreso, que garantizan ciertamente el control parlamentario.
Lo cierto es que este RDL, que entrará en vigor de inmediato y deberá ser convalidado por el Parlamento en 30 días, envía un mensaje inequívoco: España no será cómplice de la barbarie. En un contexto donde Gaza enfrenta bombardeos indiscriminados, hambruna y un bloqueo humanitario que ha dejado a dos millones de personas al borde del abismo, esta medida es un acto de coraje político que pocos países se han atrevido a tomar.
El liderazgo de Pedro Sánchez en esta crisis trasciende las fronteras nacionales. Desde que España reconoció el Estado palestino en mayo de 2024 –con fronteras previas a 1967 y Jerusalén Este como capital–, Sánchez ha demostrado una determinación que ha inspirado a la comunidad internacional. Su diplomacia incansable, con visitas a Rafah, Ammán, El Cairo y Riad, ha tejido alianzas con líderes árabes y europeos, logrando que países como Francia, Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal se sumen al reconocimiento de Palestina. En la ONU, durante la Conferencia Internacional de Alto Nivel sobre la Solución de los Dos Estados celebrada esta semana, el presidente fue claro: «Si el reconocimiento del Estado palestino es urgente, lo es aún más que exista un pueblo palestino en ese Estado». Su denuncia del «genocidio» en Gaza, su exigencia de un alto el fuego inmediato y su apuesta por el ingreso de Palestina como miembro de pleno derecho en la ONU resonaron como un desafío a la pasividad global.
Sánchez no se limitó a palabras. En Nueva York, copresidió un grupo de trabajo sobre soberanía palestina, se reunió con el rey Abdalá de Jordania para reforzar la reunificación de Gaza y Cisjordania, y defendió ante inversores en Columbia University una «marca España» comprometida con la paz y los Objetivos de Desarrollo Sostenible justo 96 años después de qué Federico Garcia Lorca interviniera en la mítica Universidad y se fotografiara en la gran bola de pórfido con un discurso muy avanzado para su tiempo.
Su crítica al Gobierno de Netanyahu –al que acusa de usar la guerra para «crear un gran Israel sin presencia palestina»– no es un ataque a Israel como nación, sino un rechazo a políticas que perpetúan la injusticia. «La historia juzgará a quienes callaron», advirtió, en un eco de su llamamiento en la ONU: «Que lo injusto no nos sea indiferente». Estas palabras, pronunciadas con convicción, contrastan con la retórica vacía de otros líderes y reafirman a España como un puente entre culturas.
No podemos ignorar el contexto: la ONU celebra su 80 aniversario con Palestina en el centro del debate, mientras la UE sopesa suspender su acuerdo de asociación con Israel. En este escenario, la coherencia de Sánchez es un modelo a seguir. Ha impulsado medidas prácticas –ayuda humanitaria, acogida de niños gazatíes enfermos, denegación de sobrevuelos militares– y ha liderado con una visión clara: la paz solo será posible con dos Estados viables, conviviendo en seguridad. Su capacidad para tender la mano al «pueblo amigo de Israel» mientras defiende los derechos palestinos demuestra una madurez diplomática que trasciende polarizaciones.
Sin embargo, el camino no está exento de desafíos. La convalidación del RDL en el Congreso dependerá de una coalición progresista que, aunque sólida, enfrenta críticas internas. La comunidad internacional, dividida, podría resistirse a medidas tan audaces como el ingreso pleno de Palestina en la ONU. Y en Gaza, la urgencia humanitaria exige más que discursos: requiere acción colectiva. Pero España, bajo el liderazgo de Pedro Sánchez, ha dado un primer paso valiente. Este RDL no es solo un embargo; es una apuesta por la justicia, un recordatorio de que la indiferencia no es una opción. En un mundo fracturado, Sánchez ha demostrado que liderar con principios no solo es posible, sino necesario. Que este paso marque el inicio de un cambio real, donde la paz deje de ser una utopía y se convierta en un horizonte alcanzable.
José Antonio Rodríguez Salas, portavoz de Defensa del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados y diputado por Granada.